Yo tenía un viaje a África, al cráter del Ngorongoro...
Este comienzo a lo Blixen tiene un final bastante
decepcionante, pero es otra historieta de mi vida y, como tal, llegará a mis
pobres nietos las tardes de lluvia en las que, melancólica, les toque
escucharme.
He comenzado este verano a leer El río de la Luz de
Javier Reverte, y al volver a 'escuchar' a Javier describiendo los pasajes de
Alaska y las historias sobre aventureros como el mítico Jack London, o sobre
ataques de osos y naufragios, me vino a la cabeza el primer libro que leí de
este mismo autor El sueño de África y que fue el culpable, de ahí el
subtítulo de esta entrada, de mi sueño de ir a la África negra.
Por si no lo habéis leido, cosa que os recomiendo que hagáis
en cuanto podáis, en las páginas del mencionado libro, Reverte se deja caer con
párrafos como
«A cualquiera que afirmase con
Kampala es una ciudad bonita lo tomarían por loco. Yo la encontré hermosa. A primera vista, es fea y desgarbada. Pero es
necesario aprender a comprenderla. A Kampala debe mirársela desde sus colinas,
pero hay que vivirla en sus hondonadas. La relación con esta urbe extraña se
parece mucho al amor: uno se aproxima con los ojos, juzga sin demasiada
seguridad, luego busca en el tacto y los olores un eco receptivo y, si lo
encuentra, uno se queda y ama. En caso contrario, si el regusto es acerbo, te
largas por más belleza que te pongan delante. Desde luego, Kampala no crea un
amor a primera vista. Pero su humanidad acaba por enamorarte.»
Y piensas, inmediatamente, «¡Coño! Quiero ir a Kampala» Pero
sigues leyendo y te encuentras con:
«Sentado en Ripon Falls, frente al
borde roto del lago donde nacía el Nilo, todo parecía dulce. Había allí una
atmósfera de melancolía y sentía flotar en mi corazón un aire vago de
nostalgia..[] El sol viajaba hacia su ocaso, la brisa llegaba húmeda y
templada, el viento tenía una tibieza líquida y las nubes afiladas dibujaban
garabatos infantiles sobre el cielo terso. Empezaba el canto de los grillos
mientras se escuchaban los silbos de los últimos pájaros. Algún martín pescador
se empeñaba todavía en buscar peces ene le agua y su sombra plateada golpeaba
como un puñal en el río, para salir al instante revoloteando, con su presa
prendida en el pico. El sol enrojecía detrás de las colinas redondas,
encendiendo las luminarias de su propio funeral. Y el Nilo se ensombrecía en un
cerrado azul metálico, iba desapareciendo delante de mis ojos.»
Y decides que quieres ir a Ripon Falls, a ver el nacimiento
del Nilo, a conocer a ese animal grande y sensual que es el bosque tropical...
«El bosque tropical parece un alma
única que cuenta con una entidad propia y singular, como si las plantas que lo
cubren y la fauna que lo habita fuesen partes de un animal grande y sensual, un
animal que no es amenazante ni dañino, sino delicado y voluptuoso.»
Quieres vivir en primera persona escenas como
«Una bruma sucia cubría el
horizonte sobre las sombras patéticas de los árboles. Entre la calima gris
aparecieron luego las sombras móviles de una manada de búfalos, unos cuarenta o
cincuenta ejemplares.[] La manada se quedó quieta y los búfalos volvieron la
mirada hacia nosotros. Olía a estiércol y a la ceniza de la neblina. Los
animales más próximos alzaban la cola, alertaban las orejas, erguían la cabeza
sobre el poderoso cuello. [] No eludía mis ojos, al contrario de lo que hacen
leones y leopardos, que desvían siempre su mirada a otra parte, como si
sintieran un profundo aburrimiento ante
la contemplación de un ser tan absurdo como es el hombre.[] La mirada de aquel
búfalo guardaba algo de humana, escondía la conciencia de un ser que sabe a
matar y que se siente satisfecho de poder hacerlo.»
Aunque posiblemente no seas capaz de describirlo como lo hace
este señor. Pero, de todos los lugares visitados por él, tienes que elegir uno,
por cuestiones de tiempo y dinero, y cuando ya estás llegando casi al final del
libro, descubres, Tanzania de la que Javier dice que
«Cualquier viajero puede afirmar,
sin que nadie le lleve la contraria, que Tanzania es uno de los países más
sorprendentes y hermosos de la tierra.»
«Junto a las barrancadas abismales
del valle del Rift, ante el soberbio trono del Kilimanjaro, en los bordes del
cráter del Ngorongoro, en las sabanas salvajes del gran Serengeti y en las
playas nacaradas de Zanzíbar, el alma acta con reverencia animal la grandeza
del mundo.»
Y es entonces, cuando decides, con contundencia, a lo
Escarlata O'Hara, «A Chuck pongo por testigo de que volaré a Tanzania a visitar
el cráter del Ngorongoro»
«Aunque la montaña está a no
demasiadas millas del Ecuador, la altura conserva el cráter fresco y agradable.
En este bello lugar es siempre primavera. El frío del invierno y el calor del verano
nunca llegan aquí. Con caza abundante alrededor, un arroyo de agua fresca en la
puerta y bosques llenos de frutos, un hombre podría vivir aquí tan feliz como
pudo vivir en el Jardín del Edén, Mirando alrededor, pensé que me alegraría
pasar el resto de mis días en el Ngorongoro.» (John Hunter)
Claro está que además de la voluptuosa naturaleza de
Tanzania hay que tener en cuenta
pequeños detalles descritos por el maestro Reverte en su libro tales como
«En Tanzania casi nada funciona en
absoluto, aunque casi todo acaba por arreglarse siempre.»
«Es fácil entender en consecuencia
por qué los anglosajones bautizaron años atrás a la compañía aérea Air Tanzania
como 'Air May Be'»
«A la compañía Air May Be la
distinguen tres características: nunca cumple los horarios de salida, nunca
cumple los de llegada y en muy pocas ocasiones tampoco los itinerarios
anunciados. No obstante, Air May Be posee una cualidad especial, sus aviones
casi nunca se caen, aunque parece que todos van a derrumbarse desde el momento
en que despegan. Viajan dando tumbos, renquean, son viejos como un cocodrilo
del Nilo, hacen tanto ruido que es imposible hablar en su interior, nadie sabe
si quien manda en el avión es el piloto, la azafata o el sobrecargo, y vuelan
entre tormentas que ni el mismísimo Spielberg podría reconstruir con efectos
especiales..., pero no se caen.»
Y digo yo, ¿qué necesidad había de describir con tanto esmero
a la compañía Air Tanzania si el libro lo puede leer gente que reacciona como esta mujer en los vuelos? Aún así,
piensas que de alguna forma hay que morir y que quieres viajar allí a cualquier
precio.
Así que ni cortos ni perezosos, mi santo y yo, decidimos que
aquel febrero de 2001, viajaríamos a pasar nuestra Luna de Miel en el cráter
del Ngorongoro. Eso sí, para que nos saliera más barato, teníamos que volar a
Zanzíbar, pasar unos de días en un resort para turistas y después, con
Air Tanzania, volar al continente. Bueno, no era mi plan inicial, pero si leías
lo que Reverte contaba de Zanzíbar y la Ciudad de Piedra, tampoco se te ponía
mal cuerpo.
«[...]los olores sensualizaban el
aire de la Ciudad de Piedra. Cruzaba junto a mujeres que dejaban tras de sí un
rastro de jazmines; luego vibraba cerca de mis narices el aroma a clavo que
salía del interior de una tienda de especias; después eran la canela, el
cardamomo y el perfume del jenjibre; y más allá, la fragancia del té de
yerbabuena y los potentes efluvios de un café arábigo. Oler se convertía en
Zanzíbar en un acto de hedonismo supremo [...]»
Eso sí, antes del viaje, te tienes que poner una batería de
vacunas nada despreciable para que la aventura no te salga más cara de la
cuenta. De este episodio, recuerdo que me llamó la atención el hecho de por
vivir en Sevilla y beber agua del grifo, te libras de pincharte contra la
Hepatitis B, mira tú qué cosas. Aún así, estuve cojeando varios días a causa de
la de la fiebre amarilla creo.
Por aquella época, era la subdirectora de
ordenación académica del centro en el que trabajaba y, antes de marcharme, me
dediqué a enviar correos delegando mis funciones a otros miembros del equipo
directivo y de la secretaría del centro, mensajes que terminaban con frases del
tipo: «Y mientras tú estés en la reunión de xxxxx, yo estaré contemplando...» y
a continuación alguna foto de algún animal en el Serengeti o en el Ngorongoro.
No hace falta decir que algunas de las respuestas a estos correos incluían
insultos hacia mi persona de mis amados compañeros y sin embargo, amigos. Nos
regalaron todas las pijadas habidas y por haber de Coronel Tapioca, brújulas,
linternas, redes para mosquitos, zumbadores... Nos compramos otro ejemplar del
libro de Reverte, para evitar las broncas que pudieran desestabilizar la boda
y, por lo tanto, los quince días de permiso. La noche antes del viaje, como
estaba nerviosa por el vuelo de Air Tanzania, mi amado esposo me invitó al cine
a ver ¡Naúfrago! Anda que... Aún así, quería ir al Ngorongoro. Antes de
dormirme esa noche, mientras releía la descripción del cráter en El sueño de
África, me abracé con lágrimas en los ojos a mi santo y le dije «Cielo, me
parece mentira que vayamos verlo con nuestros propios ojos»
Volamos de Sevilla a Barajas, riéndonos como dos adolescentes
enamorados, mi larga melena roja cubría el hombro de mi amado mientras hablaba
compulsivamente de todo lo leído sobre Zanzíbar y Tanzania. Pero al llegar a
Barajas y acercarnos al mostrador del operador que debía darnos nuestras cartas
de embarque, nos dieron una copia de un fax del Ministerio de Asuntos
Exteriores en la que se desaconsejaba viajar a Zanzíbar por graves disturbios
en el país. Hielo sobre nuestras sonrisas. «Esto es una broma, cielo» decía yo
nerviosa mientras buscaba la cámara oculta «Mis compañeros, que me quieren
gastar una broma por haberles dado tanto la lata con el viaje» Pero no, seguían
llegando viajeros y a todos le decían lo mismo. Algunos decían que sí que
volaban, los que portaban cantidades
ingentes de material fotográfico renunciaban a volar, no querían pasar 10 días
encerrados en el resort, yo lloraba. Llamamos a compañeros de la
Universidad para que mirasen en Internet y nos confirmaban que sí, que había
una muy gorda liada en Zanzíbar tras un supuesto pucherazo en unas elecciones y
que los agraviados atentaban contra los hoteles propiedad de los que habían
mangoneado en el escrutinio. La hermana de un compañero acababa de llegar de
Zanzíbar donde permaneció dos días sin poder salir del hotel. La agencia de
viajes en Sevilla nos aconsejaba volver, nos devolvían el importe íntegro del
viaje.
Mi sueño de África se esfumaba. No queríamos ir a encerrarnos
en un hotel de lujo, queríamos ir a Tanzania, pero los vuelos al continente no
nos lo aseguraban. Poco a poco, con
dolor e impotencia, aceptamos lo evidente. Teníamos que renunciar al
Ngorongoro, por ahora. Volvimos ese mismo día a Sevilla. A la mañana siguiente,
con el cabreo y la frustración, me corté el pelo, a lo militar ¿Por qué? Yo qué
sé, estaba enfadada y me dio por ahí.
En la agencia de viajes teníamos que decidir dónde ir al día
siguiente, las vacaciones por matrimonio seguían corriendo. Alberto propuso los
fiordos. Nada de frío, dije yo. Nepal. Imposible, había que pasar una noche en
Karachi y no teníamos visado, tampoco para China. Después de descartar por esos
y otros motivos algunas de las propuestas, nos quedaban dos: Argentina-Brasil o
Tailandia-Bali. No sabíamos cuál elegir, fue una moneda de cien pesetas la que
decidió que voláramos a Asia, de lo cual me alegro cada vez que lo pienso,
porque descubrí otro paraíso: Bali.
Y así fue como me quedé con las ganas de conocer aquella
parte del continente africano que fascinó a Lugard, Baker, Speke, Burton,
Livingstone, Stanley y tantos otros europeos, cuyas historias narraba con
maestría Reverte en su libro.
«Y África los cambió a todos, haciendo
de Livingstone un explorador, de Baker un formidable narrador de historias, de
Burton un neurótico vagabundo, de Speke un héroe trágico y de Stanley un
conquistador. A la postre, uno por uno cayeron seducidos por el mal de África.
Y todos murieron soñando con regresar.»
Sin lugar a dudas, de todas las historias de europeos contadas en El sueño de África la que
siempre me emociona hasta las lágrimas es la de Paul Von Lettow., que como un
Caballero, luchó por Alemania en el África negra, ayudado por sus
guerreros askaris. A su regreso a
Alemania, luchó para que a éstos se le reconocieran y pagaran sus esfuerzos.
Murió en 1964, el mismo año que el Parlamento alemán acordaba al fin, pagar los
atrasos (sueldos y pensiones) a los que lucharon a su lado por Alemania.
Pusieron un anuncio para convocar a los askaris que lucharon con el
ejército alemán entre 1914 y 1918. Se presentaron alrededor de trescientos
ancianos, pero muy pocos conservaban la acreditación que les proporcionó Von
Lettow en 1918
«El pagador tuvo entonces una
feliz idea. Comenzó a ordenar, en alemán, movimientos de instrucción militar
[…] Ni uno solo de aquellos anciano dudó y todos ejecutaron a la perfección la
orden del pagador»
También me quedé con las ganas de descubrir el pensamiento de los masais
«La religión de los masai carece
de normas. Su dios, Ngöi, es poco más que una referencia de la Creación y no
promete a los hombres otra cosa que la soledad.»
«Yo mismo soy un hombre circular,
nunca quiero ir a un punto en el horizonte, al contrario de lo que hacen
ustedes los europeos, siempre obsesionados con el futuro, empeñados en llegar
siempre a alguna parte. El alma swahili vuelve siempre sobre sí misma,
galopando sobre los monzones. Salimos del pasado y volvemos al pasado después
de darnos una vuelta por el futuro. Ustedes son distintos: gastan su vida
destruyendo el pasado y cuando alcanzan el futuro ya están viejos y cansados.
El hombre es sólo memoria y regreso, señor.»
Como dice Javier Reverte
en su maravilloso libro
«África tiene un aura especial y
la tersura de un sueño infantil»
«El sueño de África tal vez no sea
más que un afán de aventura, la resistencia infantil del corazón a aceptar la
vulgaridad y rutina del mundo.»
Seguiré soñando con África y ahora, también por culpa del
mismo, con las tierras de la fiebre del oro.
Quizá no fue vuestra "gran aventura en África", pero no cabe duda de que la imaginación hizo y hará el resto. Qué grandes las descripciones de Reverte, nunca me ha atraído África como destino para mis viajes, pero no cabe duda de que su prosa consigue despertarte la curiosidad. Me lo apunto para ir completando la biblioteca.
ResponderEliminarMenuda panda de viajeros estáis hechos. ¿Cuántas vueltas al mundo lleváis ya? ;)
Un beso!
¡Qué bien lo cuentas, Clara! Ya tenía ganas de ir a África, a pesar de no haber leído "El sueño de África", pero tu entrada y los pasajes que has elegido no han hecho sino aumentar mi apetito por conocer ese continente :)
ResponderEliminarSólo comentar que la decisión en la agencia de viajes con la moneda al aire fue espectacular: las tres empleadas pararon lo que estaban haciendo, una de ellas le dijo a su interlocutor por teléfono "espera que unos clientes están decidiendo con una moneda si se van a Sudamérica o a Asia".
ResponderEliminarY sí, Bali fue un gran descubrimiento, lo recorrimos a nuestro aire y nos ocurrieron mil anécdotas, pero eso se lo dejo a la autora.
Hola Clara:
ResponderEliminares la tercera o cuarta vez que, al leer uno de tus post, tengo la sensacion de tener un alma gemela matemática por ahi perdida en el sur... yo lei este libro en el avion de ida a Dar es Salaam (vía El Cairo) y me impresionó tanto que medio viaje fue como un "deja vu" y, aunque mi viaje fue mucho mas convencional que los de Reverté, nunca olvidare la bajada al Ngorongoro entre la niebla mientras esta se disipaba bajo el sol de la mañana...
solo puedo decirte una cosa... : TIENES QUE IR!!!! :)
un abrazo
@Héctor Fernández
ResponderEliminarPues si somos almas gemelas, deberíamos coincidir frente a un par de cafés, ¿no?
@Moona
ResponderEliminarGracias, Moona! A ver si lo conseguimos :)
@Iván
ResponderEliminarGracias, guapo. Te recomiendo fervientemente la lectura :)
Genial, Clara. Ya me lo anticipaste en persona, pero qué bien lo has escrito...me emocionaste con el final :). Besos
ResponderEliminarquien sabe, Clara, quien sabe...
ResponderEliminarhasta entonces, te seguiré leyendo...