Cada año por estas fechas, cuando las conversaciones con niños incluyen la frase "Y tú, ¿ya has escrito tu carta a los Reyes Magos?", yo recuerdo con nostalgia a mi juguete favorito de la infancia, mi Milady (no estoy segura de que se escriba así, hace tanto que la perdí...). Era una cabeza de muñeca para peinar y maquillar, muy rubia, rubísima, a la que, además, le salía de la coronilla un mechón de pelo, independiente, que podías alargar o recoger, según las exigencias del look que hubieses elegido.
Me pasaba horas peinándola y maquillándola. Mis dos hermanas, por entonces, ahora tengo tres, respiraron tranquilas, ya no las peinaría más a ellas, ni les pegaría tirones con mis peinados imposibles de deshacer. Mi madre también, porque ya no le pediría más su barra de labios roja que olía a cochinilla, olor al que creo que fui adicta. Todos eramos felices gracias a aquella cabeza de muñeca rubia de ojos azules y mechón adaptable.
Todos eramos felices, sí, hasta el fatídico día en qué ocurrió todo lo malo (yo, como la Salander, ¡digo!).
Mi hermana Sonia, dos años más pequeña que yo, empezó a sufrir terrores nocturnos a partir de una super-mega-giga pesadilla que tuvo en una noche de fiebres muy altas. Mi madre, de la que ya os hablé en otra entrada y que es una santa, estaba muy preocupada con ella. Cuando le daban los terrores, demostraba, la niña con 6 años, una fuerza sobrehumana, levantaba a mi padre, que duerme el hombre muy bien desde siempre, ella solita de la cama, sólo del pańico que le entraba.
Por entonces, ella era la cuarta hija de mis padres. Mi padre trabajaba de sol a sol en el taller y mi madre de sol a sol, en la calle y en casa, con cuatro hijos, os imagináis, ¿no?. Además de todo eso, mamá visitó a un montón de médicos para ver lo de Sonia, no parecía normal y acabó en un psicólogo infantil, que, tras reunirse con mi hermanita en no sé cuántas sesiones (no lo recuerdo porque yo estaría pintando a mi Milady o cantándole coplas a mi abuelo, con una flor del florero en la cabeza), comunicó a mi madre que parecía que la niña tenía muchos miedos. Aconsejó, que entre todos los miembros de la familia intentáramos relativizar sus miedos y ayudarla a alcanzar una cierta normalidad en sus actividades cotidianas (no sé si lo dijo así, pero me ha quedad genial, me ha gustado hasta a mí)
Mamá nos reunió a los otros tres, con 8, 13 y 14 años, respectivamente y nos dijo:
"-Sonia está malita. Entre todos tenemos que curarla. A partir de ahora, no contéis nada de miedo, ni nada que pueda asustarla. Cuando quiera subir a la planta de arriba, alguno de vosotros sube antes que ella, sin decir nada, para que a ella no le dé miedo subir, pero sin decirle nada, ¿vale?. Sin que ella se dé cuenta, le tenemos que quitar los miedos."
Los tres asentimos muy conformes, porque mi mamá, además de ser una santa (que lo es) tenía una zapatilla teledirigida, que podía trazar la curva de la escalera, si la trayectoria hacia alguno de nuestros culos así lo requiriese. No hablamos nada entre nosotros tres, entre otras cosas, porque en aquellos tiempos eramos super-enemigos (aunque ahora nos adoremos). De hecho, mi hermana mayor, nunca me dejaba entrar a su cuarto (que era el mío y de Sonia también) cuando se reunía con las tontísimas de sus mejores amigas hasta la muerte.
No recuerdo quién fue el primero, si mi hermana Maribel (a la que todos llamamos Tata) o mi hermano Salvador (al que todos llamamos Tato), que puso en marcha aquella reinterpretación de terapia para Sonia. Lo contaré poniendo primero a mi Tata, por ser la primogénita.
Era casi la hora de cenar, yo estaba en el cuarto de baño y Sonia entró en nuestro cuarto a ponerse su pijamita. Mi Tata, que estaba en la edad del pavo, se escondió bajo la cama de Sonia y cuando la niña se sentó a quitarse sus pantaloncitos, le agarró de los tobillos haciendo algun sonido gutural, no sé, para dar miedo. Ella era así. ¿Cómo no? La pequeña se puso a dar unos alaridos que parecía que la estaban matando, pelín exagerada diría yo. No recuerdo si fue con la zapatilla, pero la Tata fue juzgada y hallada culpable por mamá, con gran regocijo por mi parte, debo reconocer. Ya os he contado que eramos super-enemigas.
Otro día, Sonia quería subir a su cuarto a recoger vete tú a saber qué chorrada pero le daba miedo, claro. Mamá le dijo:
-Sube, miarma, que mamá se queda sentada en la escalera y te espera.
Ella subió y mi hermano, el Tato, celoso del éxito obtenido por la Tata, perpretó lo que luego le costaría supogo que un babuchazo de mi madre o quedarse sin salir con su Torrot un par de días. La habitación de mis padres era la primera que te encontrabas al subir las escaleras. Él se escondió detrás de la puerta y cuando Sonia pasó por delante, salió dando un grito y haciendo el gilipollas con los ojos vueltos, siempre fue así. Del castigo no me acuerdo, pero del grito que dio la histérica de mi hermana se acuerdan todos en el barrio, lástima que algunos testigos hayan muerto por culpa de la heroína, es que vivíamos en un barrio muy chungo.
Me tocaba a mí. Era la tercera de cuatro hermanos (ahora somos seis), o sea, nada. La Tata era la mayor, el Tato era el varón, Sonia la pequeña, ¿y yo? Nada, de nada. Tendría que trabajar duro en lo de la "terapia" para hacerme un nombre en la familia. Así que, como siempre estaba con mi Milady, me serví de mi insepararble cabeza rubia con mechón para mi actividad terrorista. La despeiné todo lo que pude (cosa que me dio mucha pena), le pinté bajo los ojos con Khol negro, y con carmín rojo, de mi madre, que el de la Milady ere muy malo, le pinté como si llevara sangre saliendo de la comisura de los labios. Mi hermanita jugaba en la azotea con su Baby Mocosete y la cocinita Rico (¡tenía hasta teléfono!).
La maravillosa cocinita Rico |
Yo no sabía que podía ser tan buena maquillando, no lo sospechaba. Le dio un ataque de pánico de los gordos. Mi padre no estaba y mi hermana mayor, la Tata, tuvo que ir a buscar a la vecina porque mi madre sola no podía sujetar a la niña. Mamá la abrazaba, la besaba. Yo temblaba de miedo. Mi abuelo rezaba, no sé si por mi. Mi Tata y mi Tato me miraban como se mira a alguien en el camino al cadalso. Mi vecina me dio un pellizco en el hombro.
Cuando todo pasó y Sonia se tranquilizó, despues de haber conseguido la promesa de una nueva Barriguitas, mi madre se fue a la cocina y no me dijo ni media palabra. Yo abrí los ojos, los tenía cerrados esperando mi inevitable muerte y le dije:
-Lo siento, mamá.
No me contestó.
-¿Me vas a castigar, mamá?
Tampoco me contestó.
Joder (entonces no decía estas palabras, creo), que silencio tan incómodo y molesto.
-Dame un besito por lo menos, mamá.
Tampococo me miró.
Lo siguiente que recuerdo era que estábamos los cuatro hermanos cenando, con los pijamas puestos, y mamá salió de la cocina en dirección a la calle con las bolsas negras de la basura. De una de las bolsas sobresalía un mechón rubio inconfundible, que se mecía con el traqueteo del caminar de mi madre como se mece un junco con la brisa del amanecer.
-¡MAMÁ! ¡MI MILADY! (por cierto, suena cacofónico) ¡NO, MAMÁ, NO! ¡PREFIERO MORIRME! (siempre fui muy novelera y dramática)
Mi madre siguió su camino sin pestañear, andando erguida como un ciprés, incólume... Supongo que pensando en el jaleo que supondría matarme, como me merecía, con lo cansada que estaba ella para velatorio y entierro.
Esa fue la última vez que la vi. A la cabeza de la Milady, claro. A mi madre la sigo viendo y amando, sin ningún trauma infantil ni nada. Bueno, miento, una vez soñé con mi Milady, hará unos meses, quizás un año. Viajaba en barco, se hundía (¿cómo no? sigo siendo igual de dramática y novelera) y yo sólo quería salvar a la puñetera muñeca rubia.
Cumpleaños de Sonia: Las tres hermanas somos las de los vestidos de cuadritos, Tata es la que lleva gafas y mi Tato es el único de los niños que lleva gafas. |
Por cierto, mi hermana Sonia no me guarda rencor por esta historia. Nos reímos recordándola, muchas veces. Y aún nos gusta seguir jugando juntas con nuestros "muñecos"
Ah, y por último, Sonia superó sus miedos y ahora es una mujer adorable, sin ningun trauma infantil y muy equilibrada mentalmente. No como otras... que se han tenido que abrir un blog como terapia....
Puede que algo de trauma sí que tenga y por eso me pinto continuamente el pelo ¬_¬ |
Me muero de la risa solo de recordarte contando esa historia en la puerta de La llavor dels origens... :_)
ResponderEliminarBesos,
Laura
Qué gamberros asustando a vuestra hermanita. Si es que... Como somos de peques. :D
ResponderEliminarMe he reído mucho con la historia. :)
¡¡Maaalaaaaa!! ¡¡Jajaja!! El que no tiene hermanos pequeños a los que "estimular" no sabe lo que se pierde, ¡jajaja!
ResponderEliminar@Laura
ResponderEliminarYo me moría de la risa escribiéndola, y mi madre me ha echado una bronca hoy después de descojonarse leyéndola: "Hay que ver el susto que le diste la chiquilla.."
Gracias, preciosa
@Pere Pasamonte
ResponderEliminarMe alegro, Pere. Yo era muy pequeña, eh? Ahora no soy tan mala ;)
@Mamen Hernández
ResponderEliminarSabía que te iba a gustar ;)
sabes que me moria de la risa recordando este episodio tuyo, pero la verdad es que estoy eternamente agradecida a esta gamberrada tuya porque desde entonces empezamos a jugar a los angeles de charlie y dejamos esos cabezones de lado
ResponderEliminar@rocio ufano
ResponderEliminarJajajajaja, eso lo contaré otro día, nuestras misiones como Ángeles de Charlie. La caña de España :))
comiendo los garbancitos de las hierbas del escampado te acuerdas?, que asco solo pensarlo...
ResponderEliminar@rocio ufano
ResponderEliminar¿Cómo podría olvidarme? ¡Qué locas estábamos!
Yo también tenía una de pequeña, la pobre un día fue raptada por mi hermano y el muy vil le rapó la cabeza.
ResponderEliminarAl leer el post sonreía recordando viejos tiempos ¡Que divinas putadas nos hacíamos de pequeños! Y cuando he visto la foto he dicho ¡nooooooooooooo!Otra familia vestida como clones ¿por qué nos hacían eso? (podrías hacer un suculento post sobre el asunto).
Un placer leerte, me dejas con una sonrisa en los labios.
Que fuerte, buscaba imágenes de Milady para poner en mi facebook, he leído tu historia y te prometo que es igualita a la mía, el susto agarrando de los tobillos, el susto con la cabezita de Milady maquillada terrorificamente, yo tambien tengo la cocinita de Santi Rico... ufff me ha encantado ver la foto. Sólo me diferencio en algo y no quiero darte envidia, mi mamá sintió penita de mi y dejó que mi papi recuperara mi Milady del contenedor. Ahora es mi hijito de 4 años el que juega con ella. Espero no tener que arrepentirme de haberla rescatado, quién sabe, a lo mejor se convierte en un famoso estilista... Un saludo desde Burgos!!!.
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