domingo, 26 de diciembre de 2010

El vuelo fantasma o ¿Por qué odio a Nicolas Cage?


Desde mi primer vuelo en avión,  mi relación con este medio de transporte ha sido, cuanto menos, extraña. Al principio, en los vuelos largos, sentía principalmente claustrofobia, no me gustaba estar encerrada, sin poder abrir las ventanas en un sitio con tantas criaturas. Después, cuanto más vuelos acumulaba en mi ranking, más miedo iba teniendo, miedo a estrellarme. Sí, soy matemática y conozco las estadísticas sobre accidentes aéreos, pero hay sinrazones del miedo, que la razón no entiende; o como dice mi amiga Isa, el miedo es gratis. Ahora bien, como me encanta conocer nuevos países y nuevas culturas, ni mi claustrofobia ni mis sinrazones, me van a dejar en tierra. Otra cosa son los controladores.... 


Desde que el miedo hizo su aparición en mi equipaje de cabina, comencé a volar tomando ciertas precauciones, básicamente en forma de benzodiazepinas. Alguna vez, incluso, mezcladas con una copita de vino, tras el consejo de un amigo médico. Todo iba bien, y era llevadero. Soportaba con relativa dignidad vuelos largos, hasta Australia, Indonesia, etc; turbulencias e incluso, casi sin gritar, baches importantes durante el vuelo. 

Pero aquel fatídico 8 de Abril de 2005 fui una de las pasajeras del vuelo KLM 685, conocido como el vuelo fantasma, que tenía previsto volar desde Amsterdam hasta la Ciudad de México. 


Taxco (México), Abril 2005

Mi marido y yo íbamos a pasar una semana en la UNAM trabajando con un profesor de la misma. Nuestros hijos, uno de 2 años y otro de meses, se quedaban con mis padres.

Como es normal en estos casos, yo llevaba en mi equipaje de mano, cantidades industriales de Orfidal, galletas, patatas, y todo tipo de porquerías con las que atiborrarme para olvidarme del miedo que me daba volar. Alberto y yo estábamos sentados en el centro y ventanilla, junto a un señor que ocupaba el asiento de pasillo de aquel Boeing 747. Como quiera que los asientos son muy estrechos, cada vez que decidía comer alguna guarrería de las que llevaba, le ofrecía al señor que estaba a mi lado, que, educadamente, sin hablar, lo rechazaba con un amago de sonrisa. 

Era un vuelo tranquilo, todo iba bien, mi compañero de asiento no compartía mis gustos culinarios, pero no me había gritado...aún. Yo deseaba divisar el continente americano, porque me gusta tener la posibilidad de un aterrizaje de emergencia, no sé, soy así. Y aunque sé que la ruta suele seguir la ruta de la geodésica y vamos muy cerca de Groenlandia, prefiero pensar que estoy sobre Alaska, Canadá o, incluso, Estados Unidos. 

En el avión estaban proyectando una película de Nicolas Cage, actor que siempre me ha parecido sobreactuado y que nunca me he creído. Sólo tiene dos caras, la de miedo y la de pena, y son casi iguales, creo yo, claro. Yo no estaba viendo la película porque no lo soporto, estaba leyendo, Alberto acababa de anunciarme que, para mi tranquilidad, sobrevolábamos Terranova, cuando de pronto.....

Se congeló la imagen del señor Cage en todos los monitores del Boeing 747, con la cara de susto, concretamente,  la boca torcida hacia un lado, la de siempre, vamos. El comandante anunció por megafonía, primero en inglés y después en holandés, creo, que el vuelo no tenía permiso para sobrevolar el espacio aéreo estadounidense y que nos volvíamos a Amsterdan. ¿Cómo? Pues eso. Yo, evidentemente, me tomé un Orfidal, miré a mi santo y le dije:

-Es mentira, ¿verdad?

Mi amado esposo, sin levantar la mirada de su libro, contestó:

-No creo.

-¿Cómo que no crees? Llevamos más de 5 horas de vuelo y ¿nos volvemos para Amsterdam por un papel? ¿Por qué no aterriza en Canadá?

-Supongo que ya lo habrá intentado y no será posible. 

El señor del asiento de pasillo seguía inmerso en la lectura de su libro como si no pasara de nada. Por unos segundos quise pensar que se trataba de una inocentada de mis amigos, por lo de mi miedo a volar. Sólo un señor mayor parecía removerse un poco en su asiento, al otro lado del pasillo. Me dirigí entonces al señor que estaba a mi lado, el que no quería comer de mis chucherías y al que no le había oído la voz en todo el vuelo:

-¿Ha oído al señor comandante?

-No, ¿por qué?

-Nos volvemos a Amsterdam.

-No.

-No ni ná. Ve que se han parado los monitores.

Allí seguía congelado el Nicolas con la cara de susto en todas las pantallas.

-Es que yo no hablo inglés, ¿qué ha dicho?

Le cuento lo del comandante y en ese momento, Alberto dice:

-Es cierto, no han avisado en español. La mayor parte del pasaje es mexicana, igual no lo han entendido.

El señor del pasillo, el callado, empieza a ponerse nervioso, preguntándonos a nosotros el por qué de aquello. Yo me tomo otro Orfidal, ya han pasado más de cinco minutos desde el anterior. 

Alberto llama a una azafata y le pregunta por qué no lo dicen en español. La azafata suda más que un pollo en el horno, le cae el sudor por la cara, está asustada, le da una bolsa de patatas fritas a mi marido, aún no sabemos por qué, y le dice que ningún miembro de la tripulación del 747 habla español, ¡ninguno! 

-No, Clarita, no te puedes tomar todavía otro Orfidal-dijo mi paciente esposo.

Entonces, la azafata asustada (no hay nada peor en un vuelo que una azafata acojonada) le pide, angustiosa, a mi santo que, por favor, traduzca las instrucciones del comandante por megafonía para el pasaje de habla hispana. Alberto, en lugar de asustarse y gritar con los ojos vueltos como es normal en estos casos, se pone contento como un niño pequeño porque va a hablar por la megafonía de un Boeing 747, la madre que... Nos levantamos el señor del pasillo y yo para dejarlo pasar, y el señor mayor del otro lado del pasillo debió notar algo en mi mirada, o en mis saltos, porque me pidió, casi suplicando:

-Don't panic, mam', please, don't panic.

-Ya, ya, don't worry.

Otro orfidal, anda que no. Y Nicolas Cage por todos lados, ahí, congelado. 

Alberto comienza a hablar por megafonía, pero no elige muy bien el comienzo de su alocución, creo.

-Señoras y señores, yo no soy miembro de la tripulación, soy un pasajero del avión....

Ahora sí. Todo el mundo se puso muy nervioso y empezaron los murmullos, esperando el final de la frase de mi santo.

-...pero el comandante me pide que traduzca para él.

Y cuenta lo de que no tenemos permiso y volvemos a Holanda. Se monta tremendo escándalo en la cabina. Las azafatas, con más miedo que vergüenza, como decía mi abuelo, comienzan a repartir bolsas de patatas fritas (qué perra con las patatas fritas...)

Otro Orfidal.


-Don't panic, mam', please, don't panic.

-¡Que me dejes! 

Un señor, unas filas más atrás, grita como un poseído porque lleva en la bodega del avión 10 caballos pura sangre y no podrán volar a México hasta pasada otra semana. ¿Llevamos 10 caballos? 

Otro Orfidal. 

-Don't panic, mam', please, don't panic.



-¡Te he dicho que me dejes! 

Al de los caballos se lo llevan a primera clase, para que no cunda el ṕánico, supongo, qué listo el tío. Nos dan cacahuetes. Alberto me roba el blister de Orfidal. Tengo otro, contaba con esa posibilidad. Nicolas Cage con la boca torcida.

El señor callado me cuenta que es catalán, que va a la Ciudad de México por negocios, que tiene 2 hijos, que su sobrino es muy listo, cómo conoció a su mujer, que tiene gastritis...está contándome su vida y comiéndose mi chocolate...¡cree que se va a morir! Me enseña fotos de su familia, ríe, nervioso, busca mi complicidad agarrándome del brazo. Pienso en mis hijos, en mi madre, en mi padre, mis hermanos, mi primer novio, el segundo, el tercero...en la madre de Bush...

-Cielo, ¿pero hay ancianos y bebés en el avión? ¿Cómo puede hacer esto EEUU?

Mi santo me mira por encima de las gafas:

-Te recuerdo que bombardean ciudades llenas de niños y ancianos

-Pero ¿por qué?¿qué pasa?¿por qué están asustadas las azafatas? 

A Alberto se le ocurre que como Bush debe estar volviendo del entierro del Papa, posiblemente, estén despejando el espacio aéreo. 

Así seguimos volando. Yo drogándome sin éxito,el señor callado contándome su vida, agarradito a mi brazo izquierdo, mi marido emocionado cada vez que tenía que traducir al comandante, el americano con el don't panic, largas colas delante del teléfono del avión ... y Nicolas Cage...

Doce horas de vuelo, Amsterdam-Amsterdam. Al bajarnos del avión, dentro del propio finger, el ejército holandés nos espera con perros y fuertemente armados, apuntándonos. ¿Qué está pasando?

Nos llevan a un hotel, llegamos a las 5 de la mañana. A las 9 nos vuelven a recoger para ir a la ciudad de México.

En el desayuno del hotel, todos éramos ya amigos, las desgracias unen mucho. El señor callado, que no ha parado de hablar, quiere embarcar junto a nosotros, ya que somos amigos. Fue un vuelo terrible, los bebés estaban cansados y no paraban de llorar, los ancianos no dejaban de pasear con caras de puro agotamiento, y, el señor callado, seguía contándome todo. Era muy majo, ahora que lo pienso.

El resto del viaje, la estancia en México, el trabajo, visitar a la familia, el vuelo de vuelta, todo fue magnífico. 

Lo que no sospeché en ningún momento fue que el verdadero susto me lo iba a dar mi hermano pequeño al llegar al aeropuerto de Sevilla. Pero de eso ya os hablo otro día.

Si queréis saber la causa de todo lo que ocurrió en ese vuelo KLM 685, podéis leer aquí. Básicamente, en el vuelo iban  dos ciudadanos saudís que habían estudiado en la misma escuela de pilotos que los suicidas del 11/S. Si es que estos americanos....no se fían ni de su madre.



lunes, 13 de diciembre de 2010

El problema del Matrimonio Estable


Hospedado en el blog de @trebede


Llegan las fiestas navideñas y con ellas, según algunos abogados de familia, el aumento del número de divorcios. 




Entonces uno se pregunta, ¿dónde está el problema de estos matrimonios que desaparecen cuando suena la zambomba y el olor a mazapán impregna el aire? ¿No eran lo suficientemente estables?


Y es que...nos lanzamos a la aventura sin documentarnos, hombre...


El problema del Matrimonio Estable ha sido ampliamente estudiado por matemáticos, que suelen ser una gente muy formal y rigurosa para todo lo que hacen, me han dicho.


El planteamiento claśico del problema es el siguiente. Tenemos un conjunto formado por N hombres y N mujeres. Cada hombre y cada mujer, hace una lista ordenada de preferencias sobre el grupo del sexo opuesto. Se trata de hacer un emparejamiento, fomar las N parejas, de forma estable, es decir, si un hombre y una mujer (no emparejados entre ellos) preferirían  estar juntos antes que con sus actuales parejas, es un emparejamiento inestable.


En 1962,  David Gale  y Lloyd Shapley demostraron que, si el número de hombres es el mismo que el de mujeres, siempre existe una solución con matrimonios estables. La descripción del algoritmo es la siguiente:


Todos están sin pareja.


Nos fijamos en la lista de las mujeres, suele llevar gafas. Venga, ahora en serio.


Nos fijamos en la lista de las mujeres.


Mientras que haya una mujer libre, hago lo siguiente:


Le propone matrimonio al primer hombre de su lista:

  • Si el hombre está libre, se casan, perdices, sushi o lo que quieran
  • Si el hombre ya está casado, tuitea su mala suerte y le pregunta si la prefiere a ella antes que a su actual mujer (mirando la lista ordenada de preferencias de él):
                             -Si la prefiere a ella, se divorcia de la otra
                             -Si no, la mujer, sigue su peregrinar al siguiente de la lista.

Al final, el resultado es un conjunto de parejas estables, en el sentido que hemos definido antes. Esta solución es óptima para el conjunto de las mujeres y la peor para el conjunto de los hombres, pero para eso soy yo la que ha escrito el algoritmo, digo. Si se empieza con el conjunto de hombres, se obtiene una solución óptima para ellos.


Si os ha gustado este problema de Teoría de Grafos, os recomiendo que juguéis en el siguiente enlace a conseguir matrimonios estables en la realeza de los Naipes.



Si elegís "Exhibit Walkthrough" os cuentan sobre el problema y sus soluciones.
Si elegís "Free Experiments" podréis jugar 


Podéis elegir el número de parejas, si queréis que empiecen proponiendo los hombres o las mujeres y os muestra la solución, en el caso de que no os salga.







En cualquier caso, mi consejo es que sea el amor y no un algoritmo el que os ayude.









domingo, 12 de diciembre de 2010

Hagamos felices a los niños en Navidad

Pero que bonita era yo de pequeñita...








Seguro que no tienes comprado aún los regalos de Navidad, ¿a qué no? Posiblemente, alguno todavía no las decidido, ¿verdad?

Ay, espera, ponemos un poco de musiquita navideña, banda sonora para esta entrada






Seguimos con el asunto de los regalos. Os propongo dos ideas de regalo para estas fiestas que, además de hacer felices a vuestros familiares y amigos, contribuirá a dibujar sonrisas a muchos niños.


Mi primera propuesta es la un libro solidario y maravilloso, que donará todo lo recaudado por él a Save the Children. 






Es una brillante propuesta de un buen tipo,  Pepo Jiménez (@kurioso) 
Con motivo de la final del Mundial el pasado mes de Julio, @kurioso propuso en Twitter salir a la calle y hacer fotos de las calles vacías durante la retransmisión del partido. ¿Resultado? España ganó el mundial y en cuanto a las fotos, mejor que lo cuente Pepo, que lo cuenta mejor:


Y no sólo es que el libro sea un buen libro de fotografía y una oportunidad para ser solidario, sino que es un bonito recuerdo de la primera vez que ganamos el mundial. ¡Qué bien lo hemos pasado este verano con el mundial!









La segunda propuesta es el disco de unos niños traviesos y maravillosos que hacen rock en Vinarós.







Son los ComalCool. 
No sólo se trata de un disco de buen rock, sino del proyecto que con ilusión y mucho esfuerzo han conseguido. Los que hemos vivido de cerca, en el patio de Twitter, la aventura de nuestros amigos de Vinarós hemos sido testigos de primera fila y de excepción de cómo se puede perseguir un sueño, con alegría, amor, esfuerzo y superación. Si queréis conocerlos de cerca, también tienen un blog, que os va a encantar.


Pues ea, ya te he resuelto las compras de estas navidades. Nada, nada, no tienes que agradecérmelo, ha sido un placer. Y encima, sin soporta las inclemencias de un centro comercial.





jueves, 9 de diciembre de 2010

Fibromialgia



-¿Tienes fibromialgia? 

Me preguntan muchas veces y yo contesto, desafortunadamente, que sí. 


Hace unos años, casi nadie había oído hablar de ella (me la diagnosticaron por primera vez en 1998) y los que sí habían oído hablar, sobre todo, algunos médicos, te miraban con cierto recelo, cierta desconfianza que te hacía sentir como si estuvieras fingiendo algo. 

Hoy en día, casi todo el mundo acepta, sabe por alguien cercano o intuye que es jodido. Pero muchos no concocen, ni tienen por qué, los detalles de una vida con fibromialgia. Sinceramente, yo conozco sólo los míos y, por lo que sé, es diferente en cada afectado.

A través de @Leuma, una amiga de Twitter, me ha llegado esta información

Es algo indignante, cuanto menos. Pero al leerlo me doy cuenta de que, apesar de sufrir la enfermedad o el síndrome o lo que sea, soy afortunada por muchas razones que os contaré a lo largo de esta entrada.


Esta tarde, coincidiendo con las lluvias y el frío, me encuentro absolutamente dolorida y especialmente triste, muy, muy triste. Esto unido a lo anterior sirve para que me decida a hablar sobre este tema en este blog, que empieza a ser tan ciclotímico como yo.



-Pero eso, exactamente, ¿qué es? ¿te duele todo, no?


Es otra FAQ. 

Sí y no, es la respuesta. 

Hay días en los que no te duele nada, pero tienes un cansancio infinito. Un cansancio que hace que  tareas como bajarte las braguitas para hace pis te parezcan hercúleas. Un cansancio que provoca que no se te entienda cuando hablas porque no puedes mover los labios para vocalizar.... Eso te lo pueden intentar arreglar, y tienes que hacerlo, tengo que hacerlo porque quiero estar con mi familia y quiero trabajar. Pues ahí tienes, un neuroestimulante, para que puedas tirar hacia delante.

Hay días en que sientes las pirañas que muerden todos los músculos de tu cuerpo, pequeños bocaditos, que al ir pasando las horas, porque no desaparecen con ningún tipo de analgesia, provocan nerviosismo y desesperación. Hay que arreglar esto, no puedes fastidiar a los demás con esos movimientos compulsivos, para alejar pirañas, ni con tus cambios de humor. Ahí tienes, tranquilizantes y ansiolíticos, aparte de anti-inflamatorios y analgésicos de tipo opioide (hasta metadona, como me dieron en Japón para una crisis que me pilló en Kyoto)

Otros días te encuentras con la contractura global, todos tus músculos contraídos, con un dolor agudo, que no remite con nada y que es especialmente desagradable en la cara y en los glúteos. Toma, hija, relajante muscular.


¿Y las crisis de miedo? Miedo me dan. Al principio, no entendía el algoritmo. Si darme cuenta, empezaba a comportarme como una neurótica, con tics de neurótica. Eso provocaba en mis allegados, cuanto menos, sorpresa y, claro, llegan los comentarios, intentando ayudarte. Pero tú saltas como una fiera, porque no quieres que te hablen, porque ese ruido te impide estar alerta.¿Alerta con qué? Ni idea, pero no duermes, no hablas, no haces nada, estás alerta. Suele durar como mucho dos días. Al tercero, no me puedo levantar de dolores. Eso era lo que me acechaba, y mi mente lo intuye, y se asusta, porque no soporta más dolor. Las primeras veces, pensaba que el dolor era causado por el miedo, pero ahora, después de haberlo vivido muchas veces, estoy segura de que es el miedo el que es provocado por el inminente dolor. Mi mente, de alguna manera, intuye la crisis y se asusta. Nada, más barbitúricos...porque el miedo, duele e incapacita para la vida normal.

Como consecuencia de la incapacidad física que produce los síntomas descritos en los parrafos precedentes, notas que tu modus vivendi ha cambiado sin que tú hayas decidido nada, simplemente, porque ya nos puedes seguir el ritmo que llevabas. Eso te hunde en la depresión. No es fácil aceptar que algo que no se ve, que cambia de forma cada día, que nadie está seguro de lo que es, te robe, de pronto, tu calidad de vida. Peor es un cáncer, nadie lo duda. O diabetes, o lo que queráis, estoy de acuerdo. Pero con esto de la fibromialgia, la persona que tú eras empieza a desaparecer y el sentimiento de pérdida se hace insoportable, echas de menos tu alegría, tu fuerza. Te hunde en la depresión. Nada, hija, nada, ahí llevas antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Que no falte de "ná", digo.

Otras de las lindezas de la muchachita es que provoca sueño de mala calidad, sin que se llegue a la fase indicada para que dicho sueño sea reparador. De hecho, yo me pasaría el 95% de la noche en la fase REM, lo que significa que dormiría, pero no descansaría (aparte de las terribles pesadillas). Pues eso se arregla con melatonina (mira ésta, al menos, es natural)


Ahora, con todas tus pastillas tomaditas, hay que salir a la calle, al mundo real, como Neo, pero sin abriguito negro molón.

Yo trabajo en la Universidad, soy profesora en un departamento de Matemática Aplicada. Tengo que enseñar e investigar, es lo que dice mi contrato. Pues aparte de las mermas físicas mencionadas, que me impiden, a veces, dar clases, las pastillitas que tomo, aparte de acariciar mi hígado dulcemente, producen efectos tan apropiados como: lentitud de la velocidad del pensamiento, falta de concentración, entorpecimiento de la consciencia, disminución de la percepción sensorial y de la capacidad cognitiva,... ahí es algo. ¿Qué ocurre? Pues que cuando ves que no puedes concentrarte en leer un artículo, por muchos antidepresivos que te den, no hay quien evite el hundimiento. Te agobias, te estresas, intentas hacerlo, pero no puedes,y te pones peor, te bloqueas más, te concentras menos, te agobias más, te estresas más, intentas hacerlo otra vez.... la pescadilla buscando su cola.

Hay otros efectos adversos de la medicación que no voy a mencionar que también afecta a tus relaciones sociales de forma importante. Un lujo, vamos.



Ahora, miras alrededor, y te sientes avergonzada, porque en las resonancias no hay nada, no tienes ninguna prueba, sólo un diagnóstico clínico. Sientes como si no te creyeran. Me he llegado a sentir hasta culpable, porque si un día estás bien (hay épocas de muchos días buenos) tienes ganas de salir, bailar, reír, gritar...y entonces, sientes que no puedes estar de baja si te encuentras bien, pero no puedes estar de alta porque mañana te puede doler y, a no ser que algún compañero tuyo se encargue de tu clase, la clase se queda sin dar.... y entonces, estarás preocupada por tu grupo de alumnos que no tienen la culpa de tu fibromialgia....vamos, que no dejas de pensar en todo, en todos...

Todo esto, junto al colon irritable y demás maravillas, puede provocar desesperación y empiezas a recorrer consultas de especialistas, de todos los tipos:

-Me tienen que curar, pueden transplantar corazones, curan el cáncer...me tienen que curar, por favor.

Test de liberación de histaminas: pues toma, guapita, elimina de tu dieta el trigo y la ternera.

Regulador Bio fisilogico: pues nada, te envíamos pulsos electromagnéticos a través de una bobina colocada en la cabeza que modulan el sistema neuronal del impulso doloroso en el cortex, o sea, 400 euros para nada.


¿Homeopatía? Por favor, ¡¡no me insulten!! Soy científica y estoy enferma, me duele de verdad ¿Pueden curarme con agua? ¿Insinúan que miento? No vuelvan a hablarme ni de homeopatía, ni de religión ni de santería cubana.  


Y sigues tu peregrinaje entre especialistas médicos

-Me tienen que curar, por favor.

No puedes creerte que no te puedan curar, todos te lo dicen, tienes que vivir con ella, no saben curarla aún. 


No te queda otro remedio, hay que seguir andando hacia adelante, como se pueda.  


Y sin quejarte, porque, chica, es que tú tienes todo lo que quieres, ¿de qué te quejas? Y es verdad, tengo todo lo que quiero tener. ¿Cómo me puedo quejar? 



Este es. más o menos, mi caso y soy muy, muy afortunada. ¿Por qué? Pues ya veréis:

-Mi marido me apoya y me cuida con infinita dulzura.

-Mis padres y mis hermanos, también.

-Mis amigos, también.

-Soy funcionaria, no me van a despedir si me doy de baja con frecuencia.

-No tengo jefe en mi trabajo que dude de mi estado cuando no voy a trabajar.

-Tengo un servicio  médico a mi alcance que me trata con profesionalidad y apoyo.

-El servicio de salud laboral de mi empresa, la Universidad de Sevilla, me llama sólo  para ofrecer sus servicios si necesito algún especialista médico y/o apoyo psicológico.

-Y tengo este rincón donde suelto mis cosas e interactúo con vosotros.


Hay personas con esta enfermedad que llegan a plantearse el suicidio porque no soportan la presión social, porque los despiden, porque no los contratan, porque nadie les pregunta cómo están, porque nadie les acaricia sus muñecas doloridas, nadie recoge sus lágrimas con el dorso de una mano.....


Mi abrazo más dulce y cálido para todos ellos. ¡Ánimo, tenemos que seguir luchando!

Tengo fibromialgia, sí y mucha suerte, también.






Os dejo este enlace y este otro



martes, 7 de diciembre de 2010

Mi juguete favorito


Cada año por estas fechas, cuando las conversaciones con niños incluyen la frase "Y tú, ¿ya has escrito tu carta a los Reyes Magos?", yo recuerdo con nostalgia a mi juguete favorito de la infancia, mi Milady (no estoy segura de que se escriba así, hace tanto que la perdí...). Era una cabeza de muñeca para peinar y maquillar, muy rubia, rubísima, a la que, además, le salía de la coronilla un mechón de pelo, independiente, que podías alargar o recoger, según las exigencias del look que hubieses elegido. 



Me pasaba horas peinándola y maquillándola. Mis dos hermanas, por entonces, ahora tengo tres, respiraron tranquilas, ya no las peinaría más a ellas, ni les pegaría tirones con mis peinados imposibles de deshacer. Mi madre también, porque ya no le pediría más su barra de labios roja que olía a cochinilla, olor al que creo que fui adicta. Todos eramos felices gracias a aquella cabeza de muñeca rubia de ojos azules y mechón adaptable.

Todos eramos felices, sí, hasta el fatídico día en qué ocurrió todo lo malo (yo, como la Salander, ¡digo!). 

Mi hermana Sonia, dos años más pequeña que yo, empezó a sufrir terrores nocturnos a partir de una super-mega-giga pesadilla que tuvo en una noche de fiebres muy altas. Mi madre, de la que ya os hablé en otra entrada y que es una santa, estaba muy preocupada con ella. Cuando le daban los terrores, demostraba, la niña con 6 años, una fuerza sobrehumana, levantaba a mi padre, que duerme el hombre muy bien desde siempre, ella solita de la cama, sólo del pańico que le entraba.

Por entonces, ella era la cuarta hija de mis padres. Mi padre trabajaba de sol a sol en el taller y mi madre de sol a sol, en la calle y en casa, con cuatro hijos, os imagináis, ¿no?. Además de todo eso, mamá visitó a un montón de médicos para ver lo de Sonia, no parecía normal y acabó en un psicólogo infantil, que, tras reunirse con mi hermanita en no sé cuántas sesiones (no lo recuerdo porque yo estaría pintando a mi Milady o cantándole coplas a mi abuelo, con una flor del florero en la cabeza), comunicó a mi madre que parecía que la niña tenía muchos miedos. Aconsejó, que entre todos los miembros de la familia intentáramos relativizar sus miedos y ayudarla a alcanzar una cierta normalidad en sus actividades cotidianas (no sé si lo dijo así, pero me ha quedad genial, me ha gustado hasta a mí) 

Mamá nos reunió a los otros tres, con 8, 13 y 14 años, respectivamente y nos dijo:

"-Sonia está malita. Entre todos tenemos que curarla. A partir de ahora, no contéis nada de miedo, ni nada que pueda asustarla. Cuando quiera subir a la planta de arriba, alguno de vosotros sube antes que ella, sin decir nada, para que a ella no le dé miedo subir, pero sin decirle nada, ¿vale?. Sin que ella se dé cuenta, le tenemos que quitar los miedos."

Los tres asentimos muy conformes, porque mi mamá, además de ser una santa (que lo es) tenía una zapatilla teledirigida, que podía trazar la curva de la escalera, si la trayectoria hacia alguno de nuestros culos así lo requiriese. No hablamos nada entre nosotros tres, entre otras cosas, porque en aquellos tiempos eramos super-enemigos (aunque ahora nos adoremos). De hecho, mi hermana mayor, nunca me dejaba entrar a su cuarto (que era el mío y de Sonia también) cuando se reunía con las tontísimas de sus mejores amigas hasta la muerte.

No recuerdo quién fue el primero, si mi hermana Maribel (a la que todos llamamos Tata) o mi hermano Salvador (al que todos llamamos Tato), que puso en marcha aquella reinterpretación de terapia para Sonia. Lo contaré poniendo primero a mi Tata, por ser la primogénita.

Era casi la hora de cenar, yo estaba en el cuarto de baño y Sonia entró en nuestro cuarto a ponerse su pijamita. Mi Tata, que estaba en la edad del pavo, se escondió bajo la cama de Sonia y cuando la niña se sentó a quitarse sus pantaloncitos, le agarró de los tobillos haciendo algun sonido gutural, no sé, para dar miedo. Ella era así. ¿Cómo no? La pequeña se puso a dar unos alaridos que parecía que la estaban matando, pelín exagerada diría yo. No recuerdo si fue con la zapatilla, pero la Tata fue juzgada y hallada culpable por mamá, con gran regocijo por mi parte, debo reconocer. Ya os he contado que eramos super-enemigas.

Otro día, Sonia quería subir a su cuarto a recoger vete tú a saber qué chorrada pero le daba miedo, claro. Mamá le dijo:

-Sube, miarma, que mamá se queda sentada en la escalera y te espera.

Ella subió y mi hermano, el Tato, celoso del éxito obtenido por la Tata, perpretó lo que luego le costaría supogo que un babuchazo de mi madre o quedarse sin salir con su Torrot un par de días. La habitación de mis padres era la primera que te encontrabas al subir las escaleras. Él se escondió detrás de la puerta y cuando Sonia pasó por delante, salió dando un grito y haciendo el gilipollas con los ojos vueltos, siempre fue así. Del castigo no me acuerdo, pero del grito que dio la histérica de mi hermana se acuerdan todos en el barrio, lástima que algunos testigos hayan muerto por culpa de la heroína, es que vivíamos en un barrio muy chungo. 


Me tocaba a mí. Era la tercera de cuatro hermanos (ahora somos seis), o sea, nada. La Tata era la mayor, el Tato era el varón, Sonia la pequeña, ¿y yo? Nada, de nada. Tendría que trabajar duro en lo de la "terapia" para hacerme un nombre en la familia.  Así que, como siempre estaba con mi Milady, me serví de mi insepararble cabeza rubia con mechón para mi actividad terrorista. La despeiné todo lo que pude (cosa que me dio mucha pena), le pinté bajo los ojos con  Khol negro, y con carmín rojo, de mi madre, que el de la Milady ere muy malo, le pinté como si llevara sangre saliendo de la comisura de los labios. Mi hermanita jugaba en la azotea con su Baby Mocosete y la cocinita Rico (¡tenía hasta teléfono!).


La maravillosa cocinita Rico 
 La ventana de nuestro cuarto daba a la mencionada azotea. Pues ya está. Coloqué a la Milady ensangrentada en la ventana sin decir nada, me ajusté las gafonas de pasta marrón sobre la naricilla y esperé a que mi hermana la viera y diera unos de esos grititos que ella daba, de susto.

Yo no sabía que podía ser tan buena maquillando, no lo sospechaba. Le dio un ataque de pánico de los gordos. Mi padre no estaba y mi hermana mayor, la Tata, tuvo que ir a buscar a la vecina porque mi madre sola no podía sujetar a la niña. Mamá la abrazaba, la besaba. Yo temblaba de miedo. Mi abuelo rezaba, no sé si por mi. Mi Tata y mi Tato me miraban como se mira a alguien en el camino al cadalso. Mi vecina me dio un pellizco en el hombro.

Cuando todo pasó y Sonia se tranquilizó, despues de haber conseguido la promesa de una nueva Barriguitas, mi madre se fue a la cocina y no me dijo ni media palabra. Yo abrí los ojos, los tenía cerrados esperando mi inevitable muerte y le dije:

-Lo siento, mamá.

No me contestó.

-¿Me vas a castigar, mamá?

Tampoco me contestó.

Joder (entonces no decía estas palabras, creo), que silencio tan incómodo y molesto.

-Dame un besito por lo menos, mamá.

Tampococo me miró. 


Lo siguiente que recuerdo era que estábamos los cuatro hermanos cenando, con los pijamas puestos, y mamá salió de la cocina en dirección a la calle con las bolsas negras de la basura. De una de las bolsas sobresalía un mechón rubio inconfundible, que se mecía con el traqueteo del caminar de mi madre como se mece un junco con la brisa del amanecer.

-¡MAMÁ! ¡MI MILADY! (por cierto, suena cacofónico) ¡NO, MAMÁ, NO! ¡PREFIERO MORIRME! (siempre fui muy novelera y dramática) 


Mi madre siguió su camino sin pestañear, andando erguida como un ciprés, incólume... Supongo que pensando en el jaleo que supondría matarme, como me merecía, con lo cansada que estaba ella para velatorio y entierro. 

Esa fue la última vez que la vi. A la cabeza de la Milady, claro. A mi madre la sigo viendo y amando, sin ningún trauma infantil ni nada. Bueno, miento, una vez soñé con mi Milady, hará unos meses, quizás un año. Viajaba en barco, se hundía (¿cómo no? sigo siendo igual de dramática y novelera) y yo sólo quería salvar a la puñetera muñeca rubia.


Cumpleaños de Sonia: Las tres hermanas somos las de los vestidos de cuadritos, Tata es la que lleva gafas  y mi Tato es el único de los niños que lleva gafas. 


Por cierto, mi hermana Sonia no me guarda rencor por esta historia. Nos reímos recordándola, muchas veces. Y aún nos gusta seguir jugando juntas con nuestros "muñecos"




Ah, y por último, Sonia superó sus miedos y ahora es una mujer adorable, sin ningun trauma infantil y muy equilibrada mentalmente. No como otras... que se han tenido que abrir un blog como terapia....

Puede que algo de trauma sí que tenga y por eso me pinto continuamente el pelo ¬_¬